viernes, 24 de agosto de 2012

El Sentir de Un Romero


Hace sólo dos días que he vuelto de tu Cerro. Era la primera vez que asistía a tu aparición, meses preparándome, días soñando con verte, posarme a tus plantas..., pero, ¿qué me ocurría cuando llegue allí? ¿Vergüenza de mirarte? ¿Qué me ocurría madre? Lo de siempre... Muchas cosas que contarte, que darte gracias, que pedirte perdón, buscar consejo...
Días anteriores a irme me ofrecían poder llevarte, sentir tus andas, pero me preguntaba: ¿quién soy yo para llevarte? Pensé que cuando estuvieras en la plaza no llegaría ese momento, el desear sentirme andera por solo cinco minutos, privilegiada. Al entrar a tu Santuario para nuestra presentación, te veía entre lágrimas en tu camarín, sin poder mediar palabra, pero un andero me dijo: no pasa nada, Ella lo sabe todo, no lo olvides. Te espero en la plaza.
Los minutos no pasaban, la espera se hizo eterna, hasta que te vi bajar por la calzada, esa que he subido tantas veces, esa que es necesaria recorrer para encontrarte..., para encontrarme. Llegaste a la plaza, y te tenía frente por frente. Tu mirada con la mía se cruzaron como tantas veces, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, "te estoy esperando" me decían tus ojos. Me acercaron a tus andas y noté cómo me cogías, cómo me llevabas a tu lado. Sentí lo que sienten tus anderos: nervios, enfado, alegría, sensaciones que nunca se pueden explicar, lo que siente un costalero cuando lleva a tu Hijo, o un cargador cuando sufre. Sólo aquellos que lo han vivido pueden entenderme. Quería llorar, quería reír, incluso gritar ¡VIVA LA VIRGEN DE LA CABEZA!... ¿No son suficientes esas palabras?
Gestos cariñosos que tenían los anderos conmigo, transmitiendo su experiencia, transmitiendo todo lo que sentían. ¿Cómo puedo explicar lo que sentí por primera vez bajo tus andas? Creo que sentí lo que un niño siente en el seno de su madre, sin darse cuenta: recogimiento, protección, amparo. Nunca olvidaré esa plaza, esa carretera en la que tus andas se clavaban en mis hombros. Madre, ha sido la mejor experiencia que he tenido, y no puedo explicarla.
Tú quisiste. Tú quisiste que volviera a tu Santuario, Tú quisiste que ese andero me dejara su lugar, Tú quisiste que la Fraternidad estuviera allí. Todo sucedió así, porque Tú quisiste. Sólo me queda contar los días para nuestro próximo encuentro, aunque te veré antes, ¿no?
No me abandones nunca, Morena, y deja que siga viendo el camino que Tú me marcas... Te quiero, Madre buena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario