Hace
sólo dos días que he vuelto de tu Cerro. Era la primera vez que asistía a tu
aparición, meses preparándome, días soñando con verte, posarme a tus
plantas..., pero, ¿qué me ocurría cuando llegue allí? ¿Vergüenza de mirarte?
¿Qué me ocurría madre? Lo de siempre... Muchas cosas que contarte, que darte
gracias, que pedirte perdón, buscar consejo...
Días
anteriores a irme me ofrecían poder llevarte, sentir tus andas, pero me
preguntaba: ¿quién soy yo para llevarte? Pensé que cuando estuvieras en la
plaza no llegaría ese momento, el desear sentirme andera por solo cinco
minutos, privilegiada. Al entrar a tu Santuario para nuestra presentación, te
veía entre lágrimas en tu camarín, sin poder mediar palabra, pero un andero me
dijo: no pasa nada, Ella lo sabe todo, no lo olvides. Te espero en la plaza.
Los
minutos no pasaban, la espera se hizo eterna, hasta que te vi bajar por la
calzada, esa que he subido tantas veces, esa que es necesaria recorrer para
encontrarte..., para encontrarme. Llegaste a la plaza, y te tenía frente por
frente. Tu mirada con la mía se cruzaron como tantas veces, un escalofrío
recorrió todo mi cuerpo, "te estoy esperando" me decían tus ojos. Me
acercaron a tus andas y noté cómo me cogías, cómo me llevabas a tu lado. Sentí
lo que sienten tus anderos: nervios, enfado, alegría, sensaciones que nunca se
pueden explicar, lo que siente un costalero cuando lleva a tu Hijo, o un
cargador cuando sufre. Sólo aquellos que lo han vivido pueden entenderme.
Quería llorar, quería reír, incluso gritar ¡VIVA LA VIRGEN DE LA CABEZA!... ¿No son
suficientes esas palabras?
Gestos
cariñosos que tenían los anderos conmigo, transmitiendo su experiencia,
transmitiendo todo lo que sentían. ¿Cómo puedo explicar lo que sentí por
primera vez bajo tus andas? Creo que sentí lo que un niño siente en el seno de
su madre, sin darse cuenta: recogimiento, protección, amparo. Nunca olvidaré
esa plaza, esa carretera en la que tus andas se clavaban en mis hombros. Madre,
ha sido la mejor experiencia que he tenido, y no puedo explicarla.
Tú
quisiste. Tú quisiste que volviera a tu Santuario, Tú quisiste que ese andero
me dejara su lugar, Tú quisiste que la Fraternidad estuviera allí. Todo sucedió así,
porque Tú quisiste. Sólo me queda contar los días para nuestro próximo
encuentro, aunque te veré antes, ¿no?
No me
abandones nunca, Morena, y deja que siga viendo el camino que Tú me marcas...
Te quiero, Madre buena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario