miércoles, 22 de octubre de 2014

MADRE, CÓMO NO VOY A SER YO TU PREGONERO


Lo que hizo el bueno de nuestro querido José Antonio Ortega el pasado sábado, simplemente, salió del corazón. Su fe le delata. Su humildad le define. No quería protocolos, ni entrevistas, ni reconocimientos especiales. Antonio sólo quería decirle a su Morena que aceptaba la invitación de pregonar su amor y devoción. Así lo manifestó al principio de su emotivo pregón: “Madre, cómo no voy a ser yo tu pregonero”. Y de ese modo sincero y entregado el que fuera Hermano Mayor de Nuestra Fraternidad fue despojándose de sí mismo para abrir el cajón de sus sentimientos, agarrado siempre al pañuelo de su Morena.  No pudo evitar su pellizquito gitano para alabar a la que da sentido a su vida. Su hermoso pregón fue un gesto natural de nuestro querido Antonio: arte, jerezanío, compostura, elegancia y muhísima nobleza. Tal y como él es. “Una buena familia”, adelantó minutos antes con muy buen acierto su presentador, Angel Serrano. Y así fue. El pregonero no pudo negar sus raíces mercedarias, su apego al barrio de Picadueñas, su siempre recordado Padre Jesús, el agradecimiento a su esposa y su familia y su infinito amor a la Patrona del barrio. 
Y es que a nuestro buen hermano se le nota en la mirada su fe. Hablar de la Virgen es para él todo emoción, todo un suspiro, todo un quejío por sevillanas, todo un ser y un vivir. Una forma de vida que Antonio pone en escena cuando te lo encuentras de frente: siempre con su inmensa sonrisa, siempre con su abrazo fraterno, siempre con palabras bonitas para María. ¡Qué pregón, Antonio! ¡Qué poderío y que saber estar! . Quisiste que fuera corto y breve, pero directo y sentido. Tampoco en estas líneas escribimos más, porque lo de tu pregón a María no fue para leerlo, sino para estar allí y disfrutarlo contigo. Y nosotros tuvimos esa oportunidad. Gracias José Antonio. 
Eres tan auténtico como sencillo y cercano. Eres un ejemplo para todos, porque eres Fraternidad. Gracias por tu inolvidable pregón. Nuestra Fraternidad Mercedaria, que es también la tuya, y todos sus hermanos siempre lo recordaremos.


 ¡VIVA LA VIRGEN DE LA CABEZA!

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