Cuando el día 28 de Abril guardaba mis maletas en el autobús
de Piñero (piña para el pequeño José Antonio), no podía imaginar las cicatrices
que “La Romería” dejaría en mi alma, por
primera vez en mi vida me disponía a asistir a un evento el cual, supongo que
desde mi ignorancia, había declarado no apto para mi devoción católica.
Ya de mañana y después de haber orado ante nuestra Virgen, en nuestro barrio de picadueñas, y antes de nuestra parada para el desayuno, la voz del pequeño José Antonio llegaba como si del mismo Ángel Gabriel se tratara cantando el estribillo del himno de la Morenita, me hacía presagiar que esto iba a ser diferente, además estaba lloviendo, lo que a mis compañeros romeros no les gustaba nada, a mí me indicaba que algo grande pasaría ya que en mi vida todas las vivencias importante han sido bendecidas con el agua.
Al día siguiente... ¿Llovía? No lo recuerdo, “La presentación de
mi fraternidad” ante la Morenita y ante otras hermandades, solo llegar al
Santuario y mirar a nuestra Madre un nudo en la garganta se apoderó de mí, en
ese momento creía que sería incapaz de articular las palabras que con tanto
cariño había preparado, Estaba allí, ante nuestra Madre, una Madre que sabe lo
que sus hijos necesitan, una Madre que desde el nombramiento como Hermano
Mayor no ha parado de abrirme puertas en mi vida, “Madre mía, como me ha
cambiado mi vida desde que te vi en octubre hasta ahora.” Increíble cómo me ha
cuidado ese chocolatín del cielo. Solo pensar eso hizo que un río de lágrimas
asomase desde mis ojos y no encontrara fin, era incapaz de articular palabra,
los favores alcanzados por la intercesión de la
Virgen me hacían recordar las dificultades que en el camino hacia ella
había tenido en mi vida, pero una vez más parece que la Virgen quiso escuchar
las palabras que llevaba preparadas y sin saber el por qué, entré en la
presentación de la Hermandad de Palma del Río, lo que dio el tiempo necesario
para templar mis emociones y poder presentar a la Fraternidad Mercedaria, como
se merece, con pasión, orgullo y sentimiento.
¿Llovía? No lo recuerdo, solo recuerdo ese ramillete de
personas que componían la Fraternidad Mercedaria de Jerez de la Frontera,
compartir, convivir y sentir cada uno de los momentos que teníamos para estar
juntos, jóvenes y menos jóvenes, hombres
y mujeres, de cualquier punto de Jerez y Villa de Rota, de cualquier condición,
pero todos unidos por y para nuestra Madre, veníamos a su casa, de visita con
promesas, con ruegos, con suplicas, pero en estos momentos con una sonrisa en
la cara con un buen gesto siempre para con el hermano, esto me hizo sentir que
estábamos en familia, y descubrí que todos tenían alguna espina clavada en ese
camino, igual que yo, no estaba sólo, estaba con ellos como uno más.
¿Llovía? No lo recuerdo, Sobre las 17,30 de la tarde, mis
obligaciones como Hermano Mayor, me hacían representar a mi Fraternidad en la
presentación ante la Virgen de la Hermandad de Supervivientes, una Hermandad
compuesta por los familiares de aquellos últimos supervivientes que quedaron
con vida, después del asedio al Santuario en 1.936. Mi amigo y hermano “Sandy”
me había delegado esa representación
mientras él iba a representar de la misma forma en la Hermandad de Sevilla,
¿por qué?... una vez allí y terminado el primer acto, vino ese momento
inesperado, escoltados por la Guardia Civil, mi esposa y yo fuimos invitados a
bajar a la cripta y orar ante la tumba del Capitán Cortés, líder de la defensa
del Santuario. Ver las lágrimas de aquel señor más que octogenario y recordar
lo que allí paso en su corta niñez, fue
un cúmulo de sentimientos que volvía a salir a borbotones en forma de lágrimas.
¿Llovía? No lo recuerdo, nuestro director espiritual y gran
amigo, mi querido Juan Carlos, nos hizo vivir una Eucaristía de lo más emotiva,
así nos lo manifestó los integrantes de las distintas hermandades y cofradías
con las que compartimos dicha celebración, Sevilla, Supervivientes, Herencia, como
un torero fue de menos a más, se creció y nos regalo una homilía de las que hacen
temblar las rodillas, llegó a emocionarse con los recuerdos de los
supervivientes que nos arrastró a seguirle en sus lágrimas a todos. Homilía de
dos orejas y salida a hombros. En el mismo acto se le entregó a los
Supervivientes de nuestra historia las medallas de nuestra fraternidad como
acto de hermanamiento y a nuestra hermana Toñi, ya que era la única hermana que
no la poseía.
¿Llovía? No lo recuerdo, después de ratos de convivencia
entre hermanos, donde alternábamos los cantes y bailes con las confesiones de
nuestras vidas y desnudamos el alma llegó el momento del Rosario a Nuestra
Madre. Otra vez casi todos fuimos a rezar a nuestra Madre bajo un manto de
estrellas y en plena Sierra Morena, cada misterio gozoso se dejaba caer por la
gélida noche, tocando nuestro corazón, dejando entrever que se acercaba el gran
día.
Sin dejar pasar la magia del momento, Sandy me invitó en esa
madrugada a visitar a la Morenita en su camarín. Preciosa, sin apenas gente por la hora y por las bajas temperaturas, pudimos estar y saborear los momentos
de intimidad con nuestra Madre bendita, musitarle oraciones y mil gracias que tenía
pendiente de darlas.
Bajamos por el camino de la carretera y como un niño pequeño,
con el brillo en los ojos del niño que va a descubrir algo, mi gran amigo me
enseñó una Virgen que se aparecía como
esculpida entre dos piedras que muy poca personas conocen, llenos hasta arriba
de María Santísima, fuimos a compartir y convivir con nuestra gente.
¿Llovía? No lo recuerdo, recuerdo un ondear de banderas al
viento, tantas que recordaba a aquel cuadro de Velázquez en Flandes, de trajes de corto, de mujeres engalanadas,
de insignias y varas relucientes, de caballos,
de carretas, de devotos por todo
un cerro, ¡QUE DIA MAS GRANDE! La Morenita, quería salir a la calle, a pasear
por las casas de su barrio. ¡QUE DIA MÁS GRANDE! Y allí estábamos nosotros con
nuestro Simpecado, orgullosos de una tradición que estábamos labrando poco a
poco, salir en procesión ante ese repicar inagotable de campanas que anuncian
sin cesar que nuestra Madre ha salido a nuestro encuentro, campanas que suenan
como el latido de mi corazón, al mismo ritmo, a ritmo de Sevillanas del
Chocolatín del Cielo, que cantado por mi gente hacia que el pueblo de Andújar
quedase maravillado de esa Fraternidad Jerezana. ¡QUE DIA MAS GRADE!
Fue entonces como una tormenta cuando fui arrastrado del
brazo y bajo la promesa de Sandy de que volvería a vivir una experiencia
inenarrable me encontraba bajo las andas de Nuestra Madre del Cielo, no sé ni cómo
ocurrió, aunque creía estar ante millones de personas , no escuchaba nada, solo
silencio, nadie me toco, solo me deje llevar parecía estar solo con ella, ella
lo quiso así, ser portador de la gloria del sagrario más divino, de la reina de
los cielos, de la reina de Sierra Morena, de la que me ayudaba día a día, ¿Por
qué a mí y de esta manera? Gracias Madre le decía. Hasta que ella quiso,
después y sin saber porque, ya estaba fuera de ella, de nuevo el ruido, la
gente, el tumulto y un abrazo compartido entre todos los que la portamos nos
fundimos entre llantos de emoción contenida y de silencio pensativo cada cual
sabe el porque.
¿Llovía? No lo recuerdo, solo nos quedaba cantar para dar las
gracias, entre sevillanas, y fandangos de Huelva y por natural, paso la noche
entre brindis y vino lento, entre abrazos y besos.
Nunca recordaré si llovió
porque si lo hizo, tenía el paraguas de la fe, nunca recordaré si hizo
frío, porque si lo hizo tenía el abrigo de mi gente. No sé cuantos cientos de
miles de personas había en la Romería, conocí a mucha gente, más de las que puede imaginar, conocía a
treinta corazones que habían venido conmigo desde Jerez y no los conocía.
Quizás habrá otras ROMERIAS pero ésta siempre será LA
ROMERIA.
¡¡¡¡¡ VIVA LA VIRGEN DE LA CABEZA!!!!!!!!!
HERMANO MAYOR DE LA FRATERNIDAD MERCEDARIA
NTRA. SRA. DE LA CABEZA
NTRA. SRA. DE LA CABEZA
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